Bueno... ya estoy de regreso en el continente, después de una semana llena de emociones y trabajo pastoral en el Archipiélago de Juan Fernandez. Esta vez tuve la oportunidad de ver la isla de "más afuera", conocida como Alejandro Selkirk, que tiene una pequeña caleta de pescadores, que por la temporada invernal abandonan la isla para irse a Robinson Crusoe, o venirse al continente.
Salí de Valparaíso en el Aquiles - buque de la Armada de Chile, que presta servicios de traslado de materiales y pasajeros a distintas partes del país - el Domingo 8 y llegamos el Martes 10 a Robinson Crusoe, luego de una recalada de un par de horas en Selkirk para recoger a las pocas familias y sus pertenencias. Recuerdo que esa noche en que llegamos la emoción invadía mi corazón... era la sensación de volver a la casa... realmente.
En la isla, mucha gente ya sabía que iba un sacerdote, así es que cumplí con las tareas que llevaba durante el miércoles y el jueves (llevar libros de Catequesis de niños, hablar con las catequistas, vistar enfermos, celebrar la Misa, visitar la escuela, etc). Todos como siempre, muy atentos y preocupados de mi corta estadía entre ellos. Allí ya les he narrado que hay muchas cosas por hacer, y para eso hay que ir paso a paso, encomendando a Dios el caminar de los que están allí, y de quienes ahora somos más responsables que nunca de pastorearles.
Agradezco especialmente al Suboficial de la Armada de Chile, don Marco Riquelme y su señora, además de toda la dotación que la Armada mantiene allí por su apoyo, además del Suboficial Mayor de Carabineros, don Luis Gajardo, que junto al resto de Carabineros y su señora, también apoyan la labor de este curita en la isla.
Salí de Valparaíso en el Aquiles - buque de la Armada de Chile, que presta servicios de traslado de materiales y pasajeros a distintas partes del país - el Domingo 8 y llegamos el Martes 10 a Robinson Crusoe, luego de una recalada de un par de horas en Selkirk para recoger a las pocas familias y sus pertenencias. Recuerdo que esa noche en que llegamos la emoción invadía mi corazón... era la sensación de volver a la casa... realmente.
En la isla, mucha gente ya sabía que iba un sacerdote, así es que cumplí con las tareas que llevaba durante el miércoles y el jueves (llevar libros de Catequesis de niños, hablar con las catequistas, vistar enfermos, celebrar la Misa, visitar la escuela, etc). Todos como siempre, muy atentos y preocupados de mi corta estadía entre ellos. Allí ya les he narrado que hay muchas cosas por hacer, y para eso hay que ir paso a paso, encomendando a Dios el caminar de los que están allí, y de quienes ahora somos más responsables que nunca de pastorearles.
Agradezco especialmente al Suboficial de la Armada de Chile, don Marco Riquelme y su señora, además de toda la dotación que la Armada mantiene allí por su apoyo, además del Suboficial Mayor de Carabineros, don Luis Gajardo, que junto al resto de Carabineros y su señora, también apoyan la labor de este curita en la isla.