lunes, agosto 14, 2006

La exaltación de nuestra realidad futura

Asunción de la Virgen María
15. 08. 06

Lecturas
Apoc. 11, 19 a.; 12, 1-6 a. 10
Sal. 44
1 Cor. 15, 20-27 a.
Lc. 1, 39-56

El día de hoy, la Iglesia nos invita a celebrar la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María al cielo, en cuerpo y alma. Es la fiesta que nos lleva a contemplar ya la alegría a la que estamos llamados también nosotros. María, una mujer en la que Dios ha puesto sus ojos para una misión particular y singular, es quien nos anticipa nuestra futura glorificación junto al Señor. La tradición de la Iglesia desde muy antiguo creyó que la Virgen, preservada de todo pecado, fue llevada al cielo, por una gracia especialísima en vista de su rol en la historia de la salvación; en ella, la Iglesia entera se alegra por este glorioso destino en el que nos precede.
¿Y qué es lo que nos dicen las lecturas? Veamos:
En el libro del Apocalipsis, se nos narra, con muchos simbolismos la vida del pueblo de Dios, representada por una mujer, la que debe escapar de un furioso dragón, que no cesa de perseguirla para devorar al hijo que da a luz. En ella, se ve la lucha entre quienes formaban las primeras comunidades, y la huida de los gobernantes, que les perseguían hasta aniquilarles. La tradición de la Iglesia, consciente de esta lectura en su contexto, también atribuyeron estos textos a la presencia de una mujer (María), su Hijo (Jesús), y un dragón (demonio), los que están en lucha mientras se abren en el cielo el Arca de la Alianza con Dios. Es en el triunfo, salvación, poder y reinado de este Señor que nace en donde ven su futuro. El gran signo para el pueblo, es esta mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies y coronada de doce estrellas: en ella, en su futuro, en su descendencia el pueblo ve la salvación. Hoy, nosotros seguimos atentos a este signo: una mujer que nos entrega a su Hijo como Señor del Universo; nosotros somos ese signo, esa mujer que lucha por dar a luz al Salvador, cuidando de que crezca en el corazón de todo el pueblo de Dios. Esta lectura, llena de esperanza, es para nosotros lectura de nuestra historia, que a la luz del triunfo de María y su descendencia divina sobre el mal, nos abre un horizonte lleno de gozo.
En la segunda lectura, tomada de la 1ª carta de Pablo a los Corintios, se nos habla de la resurrección de Cristo, y nos enseña que Él es el primer resucitado. Quienes quieran vivir la misma vida del Resucitado, deben estar unidos a Él al momento de su venida. Para eso, debemos estar atentos, esperando a que Cristo someta bajo su reinado a todos sus enemigos. Este momento, anticipado por una gracia especial, la Virgen Madre ya lo vive: ella está en el cielo viviendo la vida del Resucitado, anticipando nuestra vida si somos fieles a su Hijo. Ella aparece, desde esta óptica de la Resurrección, como un anticipo de nuestra vida futura junto a Dios por toda la eternidad.
En el Evangelio, Lucas nos ofrece un encuentro entre María e Isabel, dos mujeres que, entregadas a la voluntad de Dios, alaban juntas las grandezas que Dios ha hecho en sus vidas. En el fluido diálogo de alabanza, Isabel proclama feliz a María por haber creído que se cumpliría lo anunciado por el Señor, y María prorrumpe en este cántico, en la que resume toda la historia de Israel, la salvación de la que ha sido objeto, y de la grandeza de Dios ofrecida a quienes se han hecho pobres. En este cántico podemos encontrar una enseñanza muy profunda: quienes se reconocen pequeños y humildes frente al Señor, éste les muestra su misericordia, engrandeciéndolos y glorificándolos. María sin duda, haciendo vida este cántico, ha visto realizadas estas gracias.
Con estos elementos, ¿qué diremos hoy con respecto a las enseñanzas del Señor?
- En María, nosotros, pueblo de Dios, anticipamos nuestra futura salvación: Al leer el Apocalipsis, nosotros podemos sumarnos a la alegría del triunfo de María y su Hijo, nuestro Salvador, que vence al mal. Nosotros, al contemplar este triunfo, anticipamos nuestra futura vida con el Señor. Cuando miramos a María, podemos “soñar” con esa realidad, con esa salvación que se nos ofrece. Ella es la criatura que ha participado activamente en el hecho que la Alianza se hiciera evidente con el nacimiento del Hijo, que vence al mal; ella es la mujer que, luego de la persecución brilla coronada de estrellas. En María, Dios cumple las promesas que el pueblo de Dios ha esperado desde antiguo: su salvación.
- La Resurrección como primer signo de la salvación del Señor: Pablo nos enseña que los discípulos del Señor, resucitaremos al igual que Él. Nosotros, en María reconocemos esta vida junto al Señor. La Resurrección, es la realidad más profunda y a la vez misteriosa que Dios nos llama a vivir. Al contemplar a María en su Asunción al cielo, tenemos la certeza de que ella nos espera para estar eternamente junto a su Hijo.
- María como triunfo de los humildes: En el Evangelio aprendimos hoy que Dios premia a quienes se reconocen pequeños y humildes ante el Señor; en ese contexto, María nos aventaja por su extraordinaria disposición abierta absolutamente a la voluntad de Dios. Ella se reconoce pequeña, y es eso lo que logra hacer de su disposición la actitud correcta para alcanzar la misericordia del Señor. Nosotros estamos llamados a vivir con esa misma humildad; Dios nos regala a María para que nos fijemos en sus actitudes, en su vida, en su entrega al Señor para, de ese modo, vivir junto a Dios.

Hoy, el Señor nos invita a contemplar a esta humilde mujer, engrandecida por su pequeñez, que Dios nos la deja como Madre, y sobre todo, como ejemplo de vida junto a la voluntad de Señor, seguro de que cada vez que cumplimos su voluntad, estamos acercándonos más a la vida que nos quiere ofrecer: una vida glorificada junto a Él por toda la eternidad.
Nosotros hoy como Iglesia queremos hacer nuestra toda la Alabanza de María a Dios, por todo lo realizado en ella; dar gracias por poder alcanzar la gracia de la salvación; poner nuestro mejor esfuerzo para alcanzar la salvación eterna. Es en María en donde toda la humanidad alcanza su grado último de purificación y de perfección a la que estamos llamados a vivir. María es, como nos enseña el concilio Vaticano II, modelo y principio de la humanidad, que espera para ser glorificada. Amén.

2 comentarios:

Cristian dijo...

Feliz día del Tránsito Padre, hoy es motivo de alegrarse, porque nuestra vida no se queda acá... va más allá.

Semilla dijo...

Hola! Yo lo conozco a usted... un par de veces asistí a misa en la parroquia de Con con (y usted la estaba dando)...
GRACIAS... Por este blog y sobre todo por el otro blog, que me gustó más aun (Padre nuestro)El orazón no deja de brincar de alegria cuando escucho o leo hablar asi de Nuestro amado Señor Gracias