sábado, julio 29, 2006

Homilía 17º domingo del tiempo ordinario

17º domingo del tiempo ordinario
30.07.06

Lecturas
2 Re. 4,42 – 44
Ef. 4,1 – 6
Jn. 6, 1 – 15

Cuando la esperanza desparece en la vida del hombre, es porque ha dejado de cooperar con Dios en los milagros que éste a diario realiza. Este fin de semana las lecturas nos muestran líneas de acción por ese lado, y nos llevan a pensar en cuánto colaboramos en los planes de Dios. La multiplicación de los panes en el evangelio de Juan, y lo que vive el profeta Eliseo en la primera lectura, nos traen esa esperanza.
La primera lectura, tomada del 2 libro de los Reyes, nos habla sobre un milagro obrado por este profeta. Se trata de una multiplicación de panes y cebada para un centenar de hombres. No podemos dejar acá de pensar en el milagro que escuchamos en el Evangelio, respecto de lo mismo. Acá el poder de Dios se manifiesta a través de este profeta lleno del Espíritu Santo, como signo de esperanza para quines no tenían esperanza. El contexto de los libros de Reyes (1 y 2), está marcado por la desintegración del pueblo como monarquías. El norte y el sur están cayendo, el pueblo necesita apoyarse en algo, en alguien; Dios a través de sus hombres, los profetas, son los llamados a dar esa luz de esperanza y vida tan necesarias en tiempos difíciles. Eliseo, es el hombre que lucha por mantener la fe y esperanza en Israel, acorralada por los Sirios; en este segundo libro leemos varios milagros obrados de su mano, que quieren mostrarnos que Dios no olvida a su pueblo.
Pablo en la segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios, les habla sobre la unidad en Cristo Jesús, que es fruto del Espíritu. Los cristianos debemos luchas por lograr esa unidad, que será la fuerza para hacer las demás cosas en la comunidad y vivir de acuerdo al querer de Dios.
En el Evangelio de Juan, este fin de semana leemos cómo Jesús realiza una multiplicación de los panes. Es un texto lleno de símbolos y gestos: El Señor en el monte, la multitud sentada, la Pascua judía próxima, el alimento que se multiplica, y que al sobrar no se desperdicia, el muchacho de los panes… todos los cuadros de este evangelio nos dan para hablar un largo rato. Solo rescataremos un par de elementos, como el hecho de que Jesús es la respuesta a las necesidades más profundas del hombre, dándose como Pan del cielo. Si, Jesús es la respuesta al hombre hambriento de milagros, de signos, de vida más profunda, de anhelos de vida eterna. Muchas veces el hombre no sabe que lo necesita, pero el Señor que prevée todos los escenarios, sabe que cosas son más urgentes en nuestra vida. Así les da esperanzas a un pueblo que busca respuestas, signos, vida. Él mismo es el alimento que tanto busca esa multitud. El texto que hemos leído está dentro de un discurso eucarístico, lo que se llama en teología “el discurso del pan de vida”: todo el capítulo 6 de Juan, es una catequesis eucarística, en la que se pretende presentar a Jesús como el Pan bajado del cielo.

Aprendizaje de vida:
- Jesús es el Pan de vida: Esto no es solo un título para esta parte de la meditación; es lo que Juan quiere mostrarnos en el Evangelio, y lo que termina descubriendo la multitud que come ese pan. Nosotros hoy somos esa multitud que le busca por signos, pero Él se nos muestra como el Pan que necesitamos para alimentarnos en el camino de la vida. A veces creemos que no necesitamos alimentarnos espiritualmente, pero la verdad es que Dios tiene hambre de que nosotros tengamos hambre de Él.
- El Señor es el que nos da la esperanza: Si hay espacios en nuestra vida que necesitan ser llenados, esos espacios son los que se refieren a la felicidad y la esperanza. Hoy vemos en las lecturas cómo Dios llena esas expectativas: un pueblo acosado, y Dios a través de Eliseo concita esperanzas, la multitud deseosa de signos, y el Señor les alimenta… todas las esperanzas del hombre, saciadas por Dios.
- Unidad como fruto de la unión con Cristo: San Pablo descubre que la unidad es la clave en la vida de la comunidad, y así lo expresa magistralmente en este texto a los Efesios; para eso se debe luchar por crecer en la humildad, la amabilidad y la paciencia; así llegará la paz y la unidad en Dios trino y en la comunidad.

Pidamos al Señor poder reconocerle como Pan de vida, y ser además artífices de unidad y esperanza para construir su reino. Amén.

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